viernes, 11 de septiembre de 2009

Un atardecer

Desde mi mundo quieto, observaba como las nubes se movían en el cielo como caracoles en las plantas. Parecía un azul resbaladizo por el que deslizaban algodones impasibles y mecidos por la brisa. Los árboles agitaban levemente sus ramas y, con un verde de esperanza le decían adiós,
hasta pronto, que tengas suerte.
Y los pájaros tristes, no querían abandonar las nubes y volaban y volabanqueriendo acompañarlas en su viaje pero a sabiendas de que no podrían alcanzar su destino por mucho que lo intentaran y,
entonces, cuando el cansancio las abatía, a sus alas, se quedaban a reposar en los árboles y a hacerse compañía mútuamente.

4 comentarios:

Silencios dijo...

Nunca me gustaron las despedidas, ni el pájaro que alza el vuelo para irse lejos de mi ventana.

Besos de suaves caricias

Pluma Roja dijo...

Que lindurita. Al mismo tiempo nostálgico y triste. Lo bueno es que se quedaban juntos haciéndose compañía tras el cansancio.

Un besito Niño del Espejo.

No has llegado a mi pluma. Es un reclamo. Grrrr. Nos vemos un abracito.

Ursus Polaris dijo...

Muy inspirado tu fragmento. A veces sólo hay que abrir los ojos (de la cara, del corazón) para encontrar alivio y belleza a tu lado.
Un abrazo.

vuelo de hada... dijo...

Y si triste, pero tiernamente contado igual y las despedidas a veces se hacen indispensables aunque no nos gusten o nos lleguen a matar del dolor y se apoderen de nosotros solo esos recuerdos que no podra arrancarnos eso si, nigun atardecer por mas hermoso que sea.
Un abrazo con mi cariño como siempre.