Me quedaré sentado en la puerta, detrás, apoyado, hasta que el frío me atraviese la piel, se introduzca entre las capas, pase por dentro de mis venas de sangre y que por su circulación arribe al corazón para helarlo, Corazón congelado, duro, pero frágil, cual brisa que me falta cual sonrisa tenue y desvanecida por el miedo, por la locura, la desesperación.
Y, todo lo que es frágil, a poca mirada... es capaz de hacerse añicos y romperse en mil pedazos. Para no poder volver a reconstruirse. Sin pegamento posible, ni con la más dulce de las virtudes recuperar su esplendor.
Entonces comprendí el porqué de la fragilidad del cristal. Comprendí que puede ser de los más bello pero, también, de lo más vulnerable.
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